Muchas personas no quieren darse cuenta de cómo funciona el mundo en que viven y vivimos todos y siguen actuando como si nada de lo que hicieran tuviera consecuencias, algunas veces catastróficas.
Tómese el caso de los irresponsables que se pasan el día enviando noticias falsas por las redes. Algunas de esas informaciones no hacen daño y son el equivalente a juegos de muchachos, pero otras pueden tener la potencia de una bomba atómica si afectan una actividad económica importante o al país en su conjunto.
Por ejemplo, decir falsamente por las redes sociales que tienen carácter universal, que en el país hay enfermos con el coronavirus, es una puñalada a la industria turística que afecta no solo a los hoteles y a los guías turísticos, así como a los ingresos del Gobierno, sino a todos los productores nacionales que venden víveres y productos terminados para consumo de los turistas.
Quienes juegan así con la suerte del país y de importantes renglones de nuestra economía no quieren darse cuenta, aunque son muy hábiles con las computadoras y las redes sociales, de que existen agregadores de contenido. Uno de ellos, por ejemplo, se llama Google, y tiene unas máquinas que usan inteligencia artificial, que inmediatamente ven las palabras de moda como coronavirus junto a República Dominicana y ponen esa información a disposición de todo el mundo. La ve en Australia, en cualquier país de Europa, en Japón o Chile y Argentina un turista que está pensando viajar a una de nuestras playas e inmediatamente cancela su viaje.
El estúpido que difundió la noticia falsa no ganó nada y tiene que esconderse, pero perdió el país.