Con la capacidad actual de las unidades de cuidados intensivos (UCI) y sin vacunas disponibles ni tratamientos específicos, es posible que se tengan que mantener medidas de distanciamiento social intermitentes hasta 2022, según un estudio publicado en la revista ‘Science’ por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard.
«Es posible que se requiera un distanciamiento intermitente hasta 2022, a menos que la capacidad de las unidades de cuidados intensivos se incremente sustancialmente o que esté disponible un tratamiento o vacuna», afirma en su informe el equipo de científicos de la Escuela T.H. Chan, que han basado sus conclusiones en la información disponible sobre el Covid-19 y otros coronavirus para crear varios escenarios de la pandemia global y establecer un patrón de transmisión de la nueva enfermedad, que ha infectado a casi 2 millones de personas en todo el mundo,
Esta conclusión echa por tierra las estimaciones de la Casa Blanca de «abrir cuanto antes» de nuevo EEUU -el país más afectado con 609.500 casos y 26.000 muertos- y advierte que el virus volvería a aparecer con bastante rapidez si se levantan las restricciones completamente.
¿Cuánto durará el confinamiento? ¿Cuándo acabaremos con el virus? A medida que las cuarentenas se alargan, los Gobiernos de todas partes del mundo intentan resolver el rompecabezas de cuándo empezar a eliminar las restricciones de movilidad y cuáles serán las medidas necesarias para mantener controlada la propagación del coronavirus en el futuro.
La conclusión principal a la que llega este grupo de científicos es que la incidencia de la enfermedad Covid-19 durante los próximos cinco años dependerá de si entra o no en circulación regular (es decir, si se convierte en estacional) después de esta ola pandémica inicial, lo que a su vez depende principalmente de la duración de la inmunidad que provoque la infección por SARS-CoV-2 y de las unidades de cuidados intensivos disponibles en cada sistema sanitario.
De hecho, los científicos advierten que con la anulación simultánea de todas las restricciones de distanciamiento social se podría correr el riesgo de retrasar el pico de la epidemia y potencialmente hacerla más grave.
JOSÉ PICHELAlgunas infecciones dejan una inmunidad de por vida tras haberlas superado; otras, una protección temporal; otras, ninguna en absoluto. En el caso del coronavirus, no hay aún certezas
«Si el enfoque elegido es el distanciamiento intermitente [levantar restricciones y luego volver a aplicarlas cuando se llegue a un número determinado de casos o presión sobre las UCI], puede ser necesario hacerlo durante varios años», ha insistido el doctor Marc Lipsitch, autor del estudio y profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Harvard, en declaraciones recogidas por la prensa estadounidense.
La experiencia de países como China, Italia, y los Estados Unidos demuestra que el Covid-19 puede saturar incluso los sistemas médicos de las naciones con más recursos, pero sin tratamientos farmacéuticos disponibles, las medidas de contención se centran en el rastreo de contactos con infectados, las cuarentenas y el distanciamiento social. «La intensidad requerida, la duración y la urgencia de estas respuestas dependerán tanto de cómo se desarrolle la onda pandémica inicial como de la dinámica de transmisión posterior», indican.
La intensidad y el momento de los brotes posteriores dependerá de la época del año y, en menor grado, de la magnitud de la variación estacional en la transmisibilidad y el nivel de la inmunidad cruzada que existe entre los betacoronavirus.
Las estrategias de distanciamiento social podrían reducir el grado en el que los contagiossaturan los sistemas de salud. Por ejemplo, un distanciamiento «altamente efectivo» podría reducir la incidencia de SARS-CoV-2 lo suficiente como para hacer viable una estrategia basada en el rastreo de contactos y la cuarentena, como en Corea del Sur y Singapur. Pero, por el contrario, medidas menos efectivas y únicas de distanciamiento podrían provocar una epidemia prolongada de un solo pico, lo que perpetuaría la presión sobre los sistemas de salud y la duración requerida del distanciamiento. Por eso, a menos que la capacidad de las UCIs aumente o se disponga de un tratamiento o vacuna, es posible que se requiera un distanciamiento intermitente hasta 2022, argumentan.
Foto: EFE
Además, los autores del estudio destacan que son conscientes de que un distanciamiento prolongado, incluso si es intermitente, puede tener consecuencias económicas, sociales y educativas «profundamente negativas» y que es fundamental realizar pruebas serológicas para comprender el alcance y la duración de la inmunidad al SARS-CoV-2. Esa información será la que ayudará a determinar la «dinámica pospandémica del virus».
Existen estudios que concluyen que la implementación temprana de un fuerte distanciamiento social es esencial para controlar la propagación del coronavirus y que, en ausencia del desarrollo de nuevas terapias o medidas preventivas, como casos agresivos encontrar y poner en cuarentena, las medidas de distanciamiento intermitente pueden ser la única forma de evitar una abrumadora capacidad de las UCIs mientras se crea la inmunidad de la población.
El distanciamiento social intermitente podría evitar que se saturen las UCIs. La información disponible registra que existe un retraso de aproximadamente 3 semanas entre el inicio del distanciamiento social y la demanda máxima de cuidados críticos. El período de tiempo entre las medidas de distanciamiento aumenta a medida que continúa la epidemia, ya que la acumulación de inmunidad en la población ralentiza el resurgimiento de la infección.
Foto: EFE
El aumento de la capacidad de cuidados intensivos permite que la inmunidad de la población se acumule más rápidamente, reduciendo la duración total de la epidemia y la duración total de las medidas de distanciamiento social .
En todos los escenarios modelados, el SARS-CoV-2 fue capaz de producir un brote sustancial independientemente de la época del año. En primavera e invierno los brotes tuvieron picos más bajos, mientras que los generados en otoño e invierno condujeron a brotes más agudos.
Muchos de los escenarios analizados por los autores del artículo estimaban que, durante los próximos cinco años, el SARS-CoV-2 entraría en circulación junto a otros betacoronavirus, posiblemente en patrones anuales, bienales o esporádicos. Si este nuevo coronavirus generara en los contagiados una inmunidad a corto plazo (de 40 días, por ejemplo), se provocarán brotes anuales, mientras que si inmunidad demuestra ser a largo plazo (dos años), los brotes serían bienales. Y si la inmunidad al SARS-CoV-2 resulta ser permanente, el virus podría desaparecer en los próximos cinco años o más después de causar un brote importante.
En el caso de encontrar un tratamiento efectivo o una vacuna, la duración y la intensidad del distanciamiento social necesario para mantener bajo control la pandemia se reduciría. Los tratamientos podrían reducir la tasa de contagio y, consecuentemente, el ratio de personas que necesiten ingresos hospitalarios en cuidados intensivos, mientras que una vacuna aceleraría la acumulación de la tasa de inmunidad en la población, reduciendo la duración total de la epidemia.
Distintos países, entre ellos España o Alemania, están presentando ya sus planes para un regreso a una «normalidad intermitente» y muy distinta a la de antes del virus.
Paralelamente, casi todas las estrategias de «deconfinamiento» tienen como piedra angular la distribución masiva de tests de diagnóstico rápido suficientemente precisos como para detectar quién tiene y quién no anticuerpos contra el coronavirus. La polémica cuestión de los «certificados de inmunidad» está sobre la mesa en algunos países.
Por el momento, y mientras la carrera por la vacuna continúa avanzando, en Estados Unidos las diferentes autoridades locales están aplicando medidas de confinamiento y distancia social en los estados. Este distanciamiento social ha sido definido como «una de las armas más poderosas» contra el Covid-19, según declaraciones del director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU, Robert Redfield. «Si podemos maximizar ese distanciamiento social, podemos limitar la capacidad de este virus».
Pero, según apuntan los autores del informe publicado esta semana, «incluso en el caso de una aparente eliminación [del virus], la vigilancia sobre el SARS-CoV-2 debe mantenerse, ya que un resurgimiento del contagio podría ser posible hasta 2024″.