Juan José (Pepe) Hidalgo regresó hace poco más de dos semanas de su retiro en República Dominicana con el fin de agilizar la venta de Air Europa al grupo IAG.
Hidalgo y su hijo Javier negocian con los representantes de Iberia unas nuevas condiciones del contrato de compra. Paralelamente, el fundador de Globalia afronta con su hijo, codo a codo, los graves apuros por los que atraviesa el grupo.
Pepe llegó a España en el último vuelo de su aerolínea. Un avión que en la ida tuvo problemas con pasajeros repatriados.
Manifestó a su entorno más próximo de República Dominicana que viajaba a Madrid con el fin de seguir presencialmente las conversaciones con Iberia y con las autoridades españolas. Él está convencido del cierre de la operación.
Al mando de la gran nave del turismo español—Globalia es el primer grupo en facturación—continúa Javier Hidalgo. Pero el padre —con síndrome o no del fundador—consideraba que no podía seguir recluido en Punta Cana. Así se lo hizo ver a su fiel Matías y a los amigos con los que jugaba al golf. Lo que más le ofuscaba era que nadie del Gobierno se pusiera a su celular.
De cara al confinamiento virológico, permanecer en Punta Cana era lo más recomendable para la salud del presidente de Globalia. Pero a Juan José Hidalgo le reconcomía mantenerse al margen de una venta tan trascendental como es la de la compañía aérea. Igualmente le producía sinsabores los sinuosos derroteros por los que transitaba la fusión con Avoris.
Hidalgo padre es consciente de que IAG no puede pagar la cantidad acordada, ni siquiera varios cientos de millones menos sobre los 1.000 rubricados. En IAG también están con el agua al cuello, aunque ni por asomo tan mal como Air Europa. Pero él está convencido de que puede conseguir una importante suma. Para ello, él y su hijo se emplean a fondo con las autoridades.