China es hoy el país más cerrado del mundo por culpa del Covid. No es que esté peor que otros, pero persiste en su política de cero casos, lo que conlleva un régimen de aislamientos, confinamientos y controles fronterizos que hacen imposible cualquier evento e incluso tienen semiparalizada la economía.
Por eso, precisamente, la próxima asamblea general de la IATA (la gran patronal mundial de las aerolíneas) ha decidido trasladarse desde Shanghái, donde estaba inicialmente prevista, a Doha, la capital de Qatar, obviamente bajo la poderosa influencia de Al Baker, el mandamás de Qatar Airways (Ómicron enloquece China y bloquea todo el transporte).
No es la primera vez que las aerolíneas se reúnen en Qatar: la anterior ocasión fue en 2014. Ahora, desde el 19 al 21 de junio de este año, todos los que tienen algo que decir en aviación se verán en la capital de este pequeño estado del Golfo Pérsico. El CEO de IATA, no está de más recordarlo, Willie Walsh, es ex director general de IAG, grupo cuyo primer accionista es precisamente Qatar Airways.
La asamblea, que hace el número 78, iba a ser patrocinada en Shanghái por China Eastern Airlines, la misma que está ahora lidiando con un siniestro aéreo de primera magnitud, que no tiene nada que ver con la cancelación de la sede, atribuible a la política anti Covid de China.
Walsh, como era de esperar, dijo que era una pena no poder reunirse en China, y agradeció a Qatar la disponibilidad.
La asamblea de este año tiene muchos asuntos de importancia sobre la mesa, pero fundamentalmente hay dos que se vienen arrastrando: las políticas anti-Covid, por un lado, y las medidas para reducir la huella de carbono que dejan los aviones.