Este domingo inicia Qatar 2022 y con él han salido a relucir algunos problemas sociales del país anfitrión, el primero de Medio Oriente en albergar la cita deportiva. Esclavitud moderna, homofobia, violación de los derechos humanos y corrupción son algunos de los escándalos que rodean, tras escena, el evento que paralizará el mundo.
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Se acerca el Mundial de Fútbol 2022 y con él han salido a relucir algunos problemas sociales del país anfitrión: Qatar, el primer país del mundo de Medio Oriente en albergar la cita deportiva mundial. Esclavitud moderna, homofobia, abusos frente a los derechos humanos y corrupción son algunos de los escándalos que rodean, tras escena, el evento deportivo más importante del año.
¿Esclavitud moderna?
Un país gobernado por las premisas del Islam y cuya influencia económica y política se deriva de su riqueza y extracción masiva de petróleo, atenderá la cita mundialista con grandes e impresionantes infraestructuras, construidas en más de un 90% por personas migrantes provenientes de India, Bangladesh, Nepal, Kenia o Filipinas. Sin embargo, los trabajadores denuncian que se han encontrado con condiciones laborales indignas y algunas organizaciones no gubernamentales han reportado grandes cifras de fallecidos durante la construcción de estas edificaciones.
Según el periódico británico The Guardian, la cifra podría ascender a 6.500 trabajadores muertos desde 2010, cuando Qatar fue elegido sede del Mundial 2022.
Este país de Medio Oriente se rige bajo un sistema de empleo llamado “Kafala”, que en su momento se promovió como un sistema que ayudaría a los migrantes del país árabe a conseguir empleo. Esto, en la medida en que el 95% de los trabajadores de Qatar son de origen extranjero. La Kafala, que traduce “garantías”, vincula legalmente a los trabajadores migrantes con las empresas, basado en el patrocinio de un empleador, el cual le da la potestad de disponer del trabajador bajo cualquier circunstancia, incluso, las más infrahumanas y genera una dependencia total del trabajador con su empleador.
Cuando el migrante accede a este tipo de contratación, se le permite tener permiso de residencia, pero se les decomisa el pasaporte con el fin de que no puedan abandonar el país o cambiar de trabajo. No cuentan con el derecho a días libres de trabajo y en caso de protestar o faltar a su trabajo se les hace un llamado de atención policial. Viven en condiciones de hacinamiento y con poca higiene, según testimonios recolectados por el medio de comunicación BBC.
Pese a que en 2020 se suprimieron las restricciones que le impedía al trabajador migrante cambiar de trabajo o abandonar Qatar, Amnistía Internacional y Human Rights Watch continúan denunciando los abusos sobre la población extranjera.
Solo hace una semana el embajador qatarí de la Copa del Mundo, Khalid Salman, calificó la homosexualidad de “daño mental” y agregó que está prohibida por la religión, lo que pone en tela de juicio los múltiples comunicados que el país ha replicado en los últimos meses de tolerancia con la población LGBTIQ+ que asista a la cita mundialista.
“Durante el Mundial pasarán muchas cosas en el país. Hablemos de los homosexuales. Todo el mundo aceptará que vengan. Pero tendrán que someterse a nuestras reglas”, dijo Salman.
Estas declaraciones se suman a un póster que circuló por redes sociales en las últimas semanas, en donde se estipulaban las normas de conducta en Qatar en donde se prohíbe las manifestaciones de afecto, la homosexualidad y el consumo de alcohol. Según el gobierno qatarí, estas normas fueron difundidas por un movimiento ciudadano del país, mas no por el gobierno como tal. Lo que según algunos analistas, puede representar un riesgo para la población LGBTQ+ que asista al compromiso deportivo.
A esto, se le suma la presión internacional en rechazo a la homofobia que ha tenido el gobierno de Qatar, que en los últimos meses ha entredicho que todos los visitantes serán aceptados sin ningún tipo de riesgo, siempre y cuando las manifestaciones de afecto se realicen dentro de los establecimientos deportivos autorizados.
No obstante, a sólo un mes de empezar el Mundial de Fútbol, Human Rights Watch denunció detenciones arbitrarias y abusos policiales contra la comunidad LGBTQ+. Según la organización, hubo seis casos de golpizas severas y repetidas y cinco casos de hostigamiento sexual en custodia policial entre 2019 y 2022. Incluso, denuncia que, en todos los casos, los detenidos fueron obligados a desbloquear sus teléfonos para entregar los contactos de otras personas LGBTQ+.
En el país árabe, la homosexualidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo está completamente prohibido y puede ser condenado hasta con siete años de cárcel. Y para las personas qataríes puede ser castigado hasta con flagelación y pena de muerte.
Corrupción en Qatar
El 9 de noviembre, Joseph Blatter, el presidente de la FIFA hasta 2010, aseguró que la elección de Qatar como sede de la Copa del Mundo 2022 fue “un error”. Según él, “en ese momento, en realidad acordamos en el comité ejecutivo que Rusia debería tener la Copa del Mundo de 2018 y EE. UU. la de 2022″, como un gesto de paz entre los dos países. Sin embargo, la sede de 2022 quedó en el país árabe.
Qatar fue elegido como anfitrión del compromiso mundialista a pesar de su poca tradición futbolística, la escasa amplitud territorial y las condiciones de temperaturas que, de hecho, obligaron a correr la competencia a los inéditos meses de noviembre y diciembre. Las sospechas de corrupción en la elección de la sede del Mundial comenzaron desde aquel momento, lo que llevó a la FIFA a hacer una investigación interna.
Algunos medios de comunicación europeos revelaron que el presidente de la Federación de Qatar, Mohammed bin Hamman, pagó cerca de US$3,6 millones a 30 miembros de la FIFA para asegurar el voto favorable a Qatar. El periódico The Sunday Times reportó que el camerunés Issa Hayatou y el marfileño Jacques Anouma, integrantes del Comité Ejecutivo de FIFA, recibieron un soborno de us$1,5 millones.
Y en diciembre del año de la elección de Qatar como sede de la competencia, Joseph Blatter y Platini fueron suspendidos por el Comité de Ética de la FIFA. Y 42 personas, entre dirigentes y empresarios, fueron acusadas de participar del FIFA-Gate.