El Carnaval del optimismo, una oportunidad para Lula

El Carnaval del optimismo, una oportunidad para Lula
El Carnaval del optimismo, una oportunidad para Lula

Puede ser porque en un país con 33 millones de hambrientos tras una de las pandemias más letales del mundo las cosas no podían ir mucho peor. Pero a tres semanas del mundialmente famoso carnaval -que recupera la normalidad por primera vez desde 2019- se empieza a sentir un poco de optimismo en Brasil.

En la cobertura de multitudes teatrales, el asalto a las sedes democráticas de Brasilia ya da paso a las escuelas de samba y a disfraces más auténticamente brasileños que el trillado uniforme verde y amarrillo bolsonarista. La cuestión es si el nuevo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, sabrá aprovechar este, tal vez efímero, momento de esperanza.

Durante la pandemia no venía nadie y los peces desparecieron; ahora han vuelto», dice un pescador

Se palpaba el cambio de humor en Urca, un distrito de mucho encanto en la costa de la elegante zona sur de Rio de Janeiro. Unos pescadores compartían la famosa mureta -un muro que bordea el mar- con parejas que se besaban y grupos de jóvenes que comían “bolinhos de bacalhao” marinados con cerveza Original. «Durante la pandemia no venía nadie y los peces desparecieron; ahora han vuelto», explica uno de los pescadores. «Pero ¿qué tiene que ver?», preguntamos. «La gente tira la comida desde el muro y los peces se la comen», responde.

Es un buen ejemplo de un ciclo virtuoso de los que Lula quiere crear. El «consumo popular» será el motor de «la rueda de la economía», dijo el veterano líder de la izquierda la semana pasada, recuperando el discurso rooseveltiano de sus primeros gobiernos (2003-2010). «Queremos que la gente pueda viajar, comprar una casa, un coche», aseguró.

El proceso empieza con Bolsa Familia, una nueva versión de su famoso programa de subsidios antipobreza. 600 reales mensuales -unos 100 euros- a todas las familias pobres y otros 150 reales para las que tienen hijos menores de siete años. El salario mínimo mensual -que sirve como referente para convenios colectivos y pensiones- subirá hasta 1.300 reales (234 euros) y se pretende ayudar a familias endeudadas.

No es mucho, pero los pobres gastan todo lo que ingresan. Incluso el conservador diario Estado de Sao Paulo prevé una «nueva ola de consumo popular», que beneficiará a las empresas y la economía.

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