No es la primera señal de prohibición con la que Ámsterdam reacciona a los excesos del creciente número de turistas que vienen a salir de fiesta. Otras multas amenazan a quienes beban alcohol en público y hagan sus necesidades en las calles.
Un turista de la británica Newcastle le cuenta a DW que visita Ámsterdam porque quiere divertirse. El joven espera en el Oudesijds Voorburgwal, el embarcadero del «Smoke Boat”, el «barco del porro” atraca justo enfrente de un hotel de lujo. En este singular barco se puede consumir cannabis legalmente. Varias veces al día, el barco zarpa con una docena de turistas para hacer un recorrido de una hora por los canales, que incluye fumar marihuana.
Ámsterdam es un atractivo destino turístico. Las casas y canales de la Edad de Oro del siglo XVII son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
También este año se esperan 20 millones de pernoctaciones en Ámsterdam. La ciudad decidió en 2021 que ese número no debería superarse. Otro problema creciente son los turistas de fiesta que generan caos.
Para combatir los excesos, desde febrero de 2023 hay nuevas medidas: burdeles, bares y pubs del barrio rojo tienen que cerrar dos horas antes. También existe la campaña online «#StayAway», que busca disuadir especialmente a los británicos, que a menudo pierden el control con el consumo de drogas y alcohol. Festejos que no pocas veces terminan en la comisaría o en un hospital.
Els Iping vive en el casco antiguo desde hace 40 años, y a menudo tiene que limpiar su escalera exterior porque amanece llena de vómito y heces de los turistas que no soportan la mezcla de alcohol y drogas. No en vano, Els Iping apoya la iniciativa ciudadana «Stop de gekte» o «¡Paren la locura!”, y recuerda que en el casco histórico de Ámsterdam siguen viviendo familias con niños.
Muchos turistas no visitan el hermoso casco antiguo por su valor arquitectónico, agrega Els Iping, «sino por la prostitución, los cafés y los traficantes callejeros para emborracharse y drogarse».
Según Els Iping, ni el consumo liberal de cannabis ni la prostitución forman parte de la esencia de Ámsterdam. «Ha habido burdeles de ventanales desde los años 60, pero cuando me mudé aquí todavía era un fenómeno marginal. Había muchos otros comerciantes y tiendas. Hoy todo es sexo, drogas y comida rápida».
Geerte Udo, directora de la empresa de marketing Ámsterdam & Partners, destaca que «en cualquier ciudad hay que respetar la cultura local». Pero en la sociedad de consumo, algunos creen que pueden permitirse todo solo porque han pagado.
Desde hace años existen propuestas para prohibir el consumo de cannabis a los turistas, y para prohibir la prostitución en el centro de la ciudad.
En cuanto a los «coffee shops”, residentes como Els Iping exigen que la ciudad se limite a aplicar la ley. Según esta ley, el cannabis sólo puede venderse a personas residentes en los Países Bajos. Hasta ahora, Ámsterdam ha hecho una excepción, pero ¿hasta cuándo?