Así es viajar al Círculo Polar Ártico, tierra de desafíos

Así es viajar al Círculo Polar Ártico, tierra de desafíos
Así es viajar al Círculo Polar Ártico, tierra de desafíos

Hacer un viaje al Círculo Polar Ártico es una prueba de resistencia física y mental que implica días de camino. ¿Cómo llegué a la latitud 66° 33′ Norte? La travesía inició tomando dos vuelos comerciales para llegar a Yukón, específicamente a Whitehorse (la capital de este territorio canadiense), en donde me alojé una noche.

A la mañana siguiente viajé a Dawson City, un pueblo ubicado al norte, desde donde despegan pequeñas aeronaves que acercan al Ártico al aventurero.

Este último vuelo es un espectáculo visual en sí mismo porque desde la ventanilla se admiran los picos nevados y montañas infinitas del parque territorial Tombstone. La travesía concluye con una maniobra magistral que hace el piloto para aterrizar en una carretera, en medio de la nada. En esta parte del mundo no hay aeropuertos ni pistas de aterrizaje.

Jamás olvidaré mi primer encuentro con este gélido destino, porque nada de lo que imaginé previamente a este viaje se acercó a la realidad. El termómetro marcaba 33 grados negativos y al bajar de la aeronave lo primero que percibí fue un frío atípico que cala los huesos y se mete en la garganta como humo.

Las radiaciones del sol se reflejan en la nieve de forma tan directa que te deslumbran y te impiden voltear a ver el panorama con los ojos totalmente abiertos. El viento genera un sonido que parece traer prisa. En unos instantes el Círculo Polar Ártico me dio el primer mensaje, una advertencia quizá: este es un lugar de la Tierra que antes de ser contemplado, se siente intensamente. O como lo habría dicho Thomas Mann: “La belleza, como el dolor, hace sufrir”.