“¿Quieres dar una vuelta hasta Playa Blanca?”. La pregunta es de mi hijo Ángel mientras con él y Rossy comparto unos días en su casa en Puntacana Village. Montamos en el auto para pasear por Puntacana Resort & Club, el complejo turístico y residencial donde la naturaleza ocupa lugar preponderante. Ya pasado el control de identificación observo un letrero de la Fundación Puntacana: “Por favor disculpe el sargazo, mientras la madre Naturaleza reconstruye nuestras playas”. Nos apeamos. Ya estamos en Playa Blanca. Caminamos por un sendero de tablas de madera hasta casi tocar el agua sin tener que pisar arena. Me embeleso ante las cristalinas aguas azul turquesa del mar y el límpido cielo donde ni una nube motea el espacio. A simple vista no se ve el sargazo, pero si miramos con detenimiento podremos distinguir una estrecha franja aquí y acullá. En invierno a esta playa acuden los amantes del kitesurfing salpicando de colores el firmamento. Vemos su local: el Kite Club. “Si quieres comer algo nos quedamos en el restaurante”, dice mi hijo. No tengo hambre, prefiero seguir paseando.
Al salir de Playa Blanca Ángel señala hacia un lado. “Ahí está el Club Med”. Escucho trinar las avecillas que por el lugar revolotean y los recuerdos empiezan a aflorar. “A principios de los 80 me alojé en el Club Mediterranée. Me pregunto por qué estuve en el Med, invitada si mal no recuerdo por Frank y Haydée Rainieri. Creo encontrar la respuesta: sobre el terreno frente al mar donde levantaron el Med estaban las 10 cabañas de techo recubierto de canas, con las cuales Frank Rainieri inició Puntacana. Por un convenio con el Club Med, necesario para el empuje económico de Puntacana, estas fueron destruidas y, en 1978, cerró Punta Cana Club, dando paso en su lugar al Club Med, inaugurado en 1981. Para 1985, luego de lograr construir el aeropuerto, los Rainieri arrancaban con el proyecto de un hotel.
En la ruta, un letrero llama mi atención: Reserva Ecológica Ojos Indígenas. “¿Ojos Indígenas?” me cuestiono en alta voz y empieza mi memoria a hacer ejercicios. Ángel me explica que hay pequeñas lagunas (son 12) y mucha naturaleza virgen. “Para verlas hay que caminar mucho”. De pronto llega nítido el recuerdo: un sombreado ojo de agua rodeado de árboles y arbustos, uno de los puntos que visité décadas atrás con Marcio Veloz Maggiolo y otras personas invitadas por Frank y Haydée Rainieri para recorrer la zona. (La Reserva Ecológica cubre 1,500 acres).
En un cartel junto a Playa Blanca, la Fundación Grupo Puntacana informa cómo protege las playas contra el sargazo y lo aprovecha como compostaje (en tierra).