Dos décadas después de la fundación de Facebook, lo que nació como una red de contactos privada para estudiantes de Harvard se ha convertido en un ente omnipresente con más de 3.000 millones de usuarios mensuales activos en todo el mundo, según datos de la consultora Keipos. Esto es, aproximadamente, un 38% de la población del planeta.
Facebook, la joya de la corona de Meta —la multinacional tecnológica de Mark Zuckerberg—, a la que se le presupone en decadencia y pasada de moda, sigue siendo de hecho la red social con más usuarios del mundo, a cierta distancia de su segundo competidor, Youtube (2.500 millones), propiedad de otro gran conglomerado internacional, Google.
Pese a esto, Meta demuestra un poder difícil de discutir en la carrera por dominar el mundo de las plataformas de socialización digital, al menos en términos de usuarios. Tanto es así que, además de Facebook, otras dos plataformas absorbidas por el conglomerado ocupan el tercer y cuarto puesto en la lista de las quince redes sociales con más usuarios del mundo: Whatsapp, por la que la multinacional de Zuckerberg pagó 22.000 millones de dólares en 2014, tiene cerca de 2.000 millones de usuarios. Instagram, adquirida en 2012 por una cantidad más modesta, 1.000 millones de dólares, cuenta con una cifra similar de perfiles activos.
A estas dos habría que sumar Facebook Messenger, que nació como una aplicación de mensajería privada para la famosa red social pero que ahora funciona de forma independiente. En la actualidad, este servicio cuenta con más de 1.000 millones de usuarios activos, lo que la coloca como la séptima red social de la clasificación.
Más allá de la guerra de cifras, la lista de las redes sociales con más usuarios (donde se incluyen las cuentas institucionales o empresariales) es también un claro reflejo de la importancia estratégica y geopolítica que han adquirido las redes sociales en los últimos tiempos. Y es que a pesar de que las redes más conocidas —y probablemente las que amasan más poder— se encuentran concentradas en torno a Silicon Valley y su esfera de influencia, 6 de las 15 redes con más usuarios del mundo son originarias de China, siendo TikTok su gran apuesta global.
Parte de esta fuerza reside en la potentísima demografía del país asiático, pero también en la consolidación de TikTok como punta de lanza de la tecnología china en los mercados globales. Fundada en 2016 por el conglomerado ByteDance y con casi 1.600 millones de usuarios activos en el mundo, TikTok es la contraparte internacional de Douyin (755 millones de perfiles activos), una aplicación prácticamente idéntica pero que solo funciona en suelo chino.
Es en esa dualidad donde reside gran parte del éxito de TikTok: otras redes sociales del gigante asiático, como WeChat —perteneciente a la multinacional Tencent—, ya intentaron sin demasiado éxito en el pasado penetrar en el mercado internacional. ByteDance consiguió superar esta barrera con una app gemela orientada al mercado occidental, donde su potentísimo (y adictivo) algoritmo le ha permitido situarse como una de las redes que registra mayor crecimiento.
En este contexto, no es de extrañar que TikTok se haya convertido a su vez en uno de los centros de la batalla tecnológica que libran, desde hace tiempo, las dos grandes potencias globales. El último episodio tiene que ver con una nueva ley aprobada por Joe Biden en Estados Unidos, que da un plazo de seis meses a ByteDance para tomar una decisión: o vende TikTok o no podrá operar en territorio estadounidense.
Entre los argumentos para esta nueva regulación —que ya intentó poner en marcha Donald Trump en 2020— se encuentran la manida seguridad nacional y la protección de los datos de los usuarios, dos campos en los que las tecnológicas estadounidenses han desatacado por sus numerosos escándalos de espionaje masivo o de prácticas monopolísticas.
La seguridad nacional también ha sido la excusa favorita del Partido Comunista Chino en su extenso programa de censura y control de mercado tecnológico en el país. El conocido como ‘gran cortafuegos’ lleva años impidiendo el acceso a páginas web y redes sociales occidentales en el país, donde WhatsApp, Facebook o Instagram hace tiempo que quedaron bloqueadas.
De la misma forma, desde 2020 el Gobierno chino ha intensificado sus acciones contra las principales empresas tecnológicas nacionales. Un plan estratégico, a través de sanciones y acciones regulatorias, que pasa por frenar el excesivo poder e independencia que han alcanzado estos conglomerados al tiempo que se aprovecha y fomenta su crecimiento para afianzar el poder político del Partido Comunista Chino.