Con toda justeza, agentes del sector turístico aspiran a que el país se valga de un mecanismo de permanencia para manejar situaciones contrarias a su buena imagen y reaccionar visiblemente y con presteza de argumentos y de actuaciones para demostrar que aquí se cumplen normas y es incesante la vigilancia protectora sobre extranjeros.
No limitarse a contratar firmas internacionales que venden ideas “maravillosas” y apliquen campañas mediáticas favorables sobre los países que originan flujos turísticos.
Procede mucho más crear y hacer palpable ante el mundo la vigencia de los controles estatuidos para garantizar la integridad física y moral de visitantes.
Procede hacer sentir a extranjeros radicados en la costa atlántica que la persecución al crimen es efectiva, y borrar algunas impresiones en contrario.