A diferencia de lo que sucedió en la Costa Norte, el desarrollo turístico del área de Bávaro-Punta Cana no fue planificado. En consecuencia, la conducción estatal para lograr un desarrollo ordenado y armonioso brilló por su ausencia y los agentes privados participantes han actuado con manos sueltas. El resultado hoy día es un contraste dramático entre el galopante auge y prosperidad de la zona con la ausencia del orden y la belleza paisajística. Pero si los actores públicos y privados no intervienen con las directrices y las ejecutorias de lugar ese peligroso divorcio podría cavar la tumba de la competitividad del destino.
El falencias del área comienzan a percibirse cuando, en un viaje por tierra desde Santo Domingo, se comprueba un mayúsculo desorden de la señalización vial. El viacrucis correspondiente empieza con la aproximación a Cumayasa: la ausencia de señalización impide una selección segura del camino hacia el polo turístico.
Para las proximidades de La Romana y de Higüey, sin embargo, existe un aluvión de señales, pero estas crean gran confusión al consignar diferentes distancias para los kilómetros faltantes. Sigue la falta de señalización para distinguir entre el camino a Higüey y Punta Cana, letreros rotos (San Rafael del Yuma), pocos retornos y, al llegar a la primera rotonda de la zona turística, una ausencia de letreros que indiquen la ruta a seguir.
Ya en la misma zona turística el desorden no es menor. A la falta de suficientes letreros para guiar al conductor hacia Verón, Bávaro, Cabeza de Toro y Macao se añade la ausencia casi total de letreros que indiquen el camino hacia los diferentes enclaves hoteleros. (Solo en el Bulevar que conecta a Punta Cana con Macao se encuentran algunos letreros bien ubicados.) Ni hablar de la falta de casetas de información que pudieran auxiliar al visitante y cualquier desconocedor del área tiene que pararse a preguntar a transeúntes para poder llegar a su destino. Si bien en un reciente viaje se divisó una camioneta del MOPC para la asistencia vial, no se registra una presencia policial casi en ninguna parte. Y si el regreso a la capital se emprende en la noche la ausencia de iluminación y de señalización es descomunal.
A lo anterior se añade un gran desorden urbano. Si bien el Bulevar ocupa una conveniente centralidad a todo el tramo costero que discurre entre Punta Cana y Macao, las calles y caminos adyacentes dan vergüenza. Muchos de esas callejuelas no están asfaltadas ni señalizadas y tienden a tornarse intransitables cuando ha caído mucha lluvia. Es decir, no existe un drenaje pluvial adecuado y en ningún lugar se pueden encontrar las bocas de una alcantarilla o cloaca. Asimismo, el paisaje urbano deja mucho que desear. Además de la falta de mobiliario urbano se respira un aire de selva tropical en los lugares donde todavía hay vegetación. Si el ornato del lugar sobresale por su ausencia, el paisaje urbano se distingue por su falta de embellecimiento.
Tomados en su conjunto, estos rasgos del producto turístico Bávaro-Punta Cana conforman un pandemonio que no compagina con la imagen de destino atractivo y seguro que queremos proyectar. El auge comercial se nota en los múltiples establecimientos y almacenes que se ubican por doquier, pero en ocasiones se encuentran en áreas donde se edifican viviendas o edificios de oficina. A eso se añade un enorme boom de construcción en materia de edificios de apartamentos y centros comerciales. Informalmente se reporta que muchos de los edificios en construcción son de apartamentos destinados a ser rentados por Airbnb y otras plataformas de alquiler vacacional. Las cadenas hoteleras del área no ven bien ese desarrollo porque le restan clientela.
El grado de informalidad en el desarrollo del área turística en cuestión causa preocupación. De seguir como va el auge desbordante podría colapsar si los inversores del mercado se desencantan con el desorden. Hay que tomar muy en cuenta que nuestros dos principales competidores del área, Cancún y Cuba presentan un panorama muy superior al de Bávaro-Punta Cana. Cancún es un destino turístico que nació fruto de una correcta planificación estatal, la cual ha sido respetada con rigurosidad. El resultado es que sus entornos son armoniosos y proyectan una sensación de orden y belleza. En Cuba hasta Varadero también se compara favorablemente con nuestra Costa Este.
Resulta muy evidente que Bávaro-Punta Cana requiere de una importante intervención para mejorar su paisaje urbano y su imagen de creciente arrabal. La responsabilidad inmediata corresponde a las autoridades del Distrito Municipal Turístico de Verón-Punta Cana, creado por la Ley No.383-06 como apéndice del Municipio de Higüey. Pero es bien conocido que esa entelequia municipal no cuenta con los recursos necesarios para ejercer una apta dirección del desarrollo del distrito, el más grande del país. Además, no solo debe compartir sus ingresos con el Ayuntamiento de Higüey sino también subordinarse a sus autoridades. La Oficina de Planeamiento Urbano de Higüey otorga permisos de uso de suelo, autorizaciones de letreros y otras funciones, pero se limita al casco urbano del mismo Higüey. Aun así, el CODIA ha denunciado que muchas construcciones en el área son ilegales porque no cuentan con los permisos correspondiente.
Con la urgente necesidad de que en Bávaro-Punta Cana se aborde una planificación del desarrollo urbano es preciso comenzar por establecer un Plan de Ordenamiento Territorial bajo la égida de una Oficina de Planeamiento del Distrito Municipal (la Ley No.176-07 sobre los municipios ordena que cada uno tenga esa oficina.) Pero antes que eso, cabe recomendar que el Distrito sea convertido en Municipio y pueda recibir así mayores ingresos del Gobierno Central y ejercer sus funciones de ordenación urbana con mayor autonomía. Una vez esa creación reciba el endoso congresual se impone que el MITUR vaya en auxilio directo de la Oficina de Planeamiento y se emprenda el trabajo del Plan. Este deberá elaborarse con la debida representación de los actores privados (inversores, empresarios, residentes, sindicalistas, etc.).
Sería sobre la base de ese Plan de Ordenamiento Territorial del Municipio de Verón-Punta Cana que se emprendería entonces la elaboración de un plan de desarrollo urbano. Este tendría unos alcances que deben sobrepasar los requisitos de alcantarillado, asfaltado de calles, iluminación pública, mobiliario urbano, señalización y otras tareas relativas al paisaje urbano. También tendría que ocuparse de por lo menos tres tareas ambientales de gran envergadura: 1) agotamiento del acuífera, 2) la racionalización de la recolección y disposición de los residuos sólidos, y 3) el tratamiento y disposición de las aguas residuales emanadas de los hoteles y centros comerciales. De manera que la tarea es bastante retadora, pero sin una debida atención a la misma el área de seguro empeorará.
Hasta ahora el mayúsculo desafío que significa el desarrollo urbano de Bávaro-Punta Cana ha sido ignorado por los incumbentes del MITUR. Entre ellos ha prevalecido el criterio de que los actores privados deben ser los responsables de ordenar su desarrollo y de preservar su buena imagen. Pero esa es una miope visión que puede hacerle mucho daño a la economía del país y, por tanto, seguir ignorando las responsabilidad estatal es un contrasentido. También es hora ya de que los actores privados del polo exijan la intervención estatal y asuman las responsabilidades que le competen para proteger sus inversiones. Sin un esfuerzo mancomunado el polo continuará a la deriva y la competitividad del destino turístico seguirá amenazada.