De verdad, ¿el turismo se hunde en Cataluña?

De verdad, ¿el turismo se hunde en Cataluña?
De verdad, ¿el turismo se hunde en Cataluña?

Aviso a navegantes contrahechos o malintencionados. Pese a quien pese, mientras cuente con la aquiescencia de mi editor y mi director, este columnista, que lo único que persigue es contar la realidad turística de nuestro país y comentarla –lógicamente, desde mi mejor y honesto saber entender–, continuaré escribiendo la verdad.

Porque la verdad es la verdad. Y siempre será la verdad.

Bien. ¿Se hunde el turismo en Cataluña como consecuencia del carajal que un grupo de “ensoñadores” ha metido a ese territorio constitucionalmente español? Lo que veo en las televisiones, leo en los periódicos (Preferente.com, incluido) y oigo en las radios, decididamente SI.

Pero, además, esa consecuencia es algo de cajón. ¿Quién demonios va a irse de vacaciones o de congreso profesional cuando ni siquiera sabes si el avión aterrizará o el tren podrá sobrepasar las barricadas? Pues ahí siguen, oiga.

Cataluña ha sido históricamente uno de los principales motores de la gran industria turística española e incluso sus emprendedores en esta materia han podido dar lecciones al resto de sus compatriotas. Cuando los graves sucesos del 1-0, con aquellas imágenes que socavaron la credibilidad de España y prioritariamente de Cataluña, el turismo catalán se pegó un batacazo histórico. Ahora parece que quieren repetir lo propio.

¡Allá ellos! Incluso, se ha publicado en la prensa generalista, y se ha visto el vídeo en preferente.com, que el director de un hotel de lujo en la Ciudad Condal, y se ha extendido como la pólvora en las redes sociales, amparó a los alborotadores (kale borroka) que venían de incendiar coches, motos, contenedores de basura, etc… Como no oí personalmente lo que les dijo el director de Condes de Barcelona a los perseguidos por los Mossos no voy a repetirlo aquí. La escena se comenta por sí sola. De modo que, ahí me quedo.

Lo que es una realidad es que tres grandes potencias democráticas y económicas del mundo –Estados Unidos, Francia y Reino Unido– han aconsejado a sus particulares que no viajen a Cataluña. Ignoro si los dirigentes de esos países son también parte de los “infiltrados”.

Mucha gente en Cataluña y en España considera que, además del carajal montado en los últimos días por los sediciosos, Barcelona como ciudad, en particular, tiene otro gran problema que afecta de plano a la actividad turística: la seguridad.

Esto es, que a perro flaco todo son pulgas. Otra mucha gente en Cataluña y en España considera que los empresarios –también los turísticos, porque el terrorismo y la violencia callejera se ceba especialmente en esta actividad (tan sensible)– hoteles y restaurantes, pero también negocios que viven básicamente de los turistas: tiendas, comercios, alquileres, etc…, no han sabido defenderse a tiempo. Ahora se llevan las manos a la cabeza…

A estas alturas de la película de miedo catalán todo el mundo sabe que los viajes del Imserso se han desplomado como un mal souflé. Un dato más para tener certeza de que no aprenden.

Los grandes cruceros ponen rumbo a puertos cercanos; las compañías aéreas cancelan sus vuelos y los grandes camiones por carretera no llevan a tiempo las mercancías que los hoteles y los restaurantes necesitan. ¿Tienen que pasar algo más?

Las algaradas graves, las barricadas ardiendo no son invento mío, ni de nadie. Han dado la vuelta al mundo y todo el orbe conoce que en Cataluña están ocurriendo hechos muy graves que no se quedan en rifirrafes de los políticos a sueldo y al uso. ¿Alguien en su sano juicio puede reservar un billete de avión, AVE o una habitación en un hotel catalán en las actuales circunstancias? Alguno habrá, supongo.

Como me ocurrió a primeras horas de la mañana del pasado viernes lo relato. Me encontraba en Oviedo, donde saben aprovechar el tirón turístico extraordinario que tienen los Premios Princesa de Asturias. Al coger el ascensor en mi hotel me topo con un médico catalán que viene a asistir a un congreso.

-Ya ve usted, señor Palomo, antes siempre nos reuníamos en mi Ciudad Condal…Ahora tenemos que hacerlo a 800 kilómetros…

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