El bar y restaurante Porto Madalena, ubicado en el barrio de Vila Madalena, una de las zonas más bohemias de São Paulo, estaba acostumbrado a recibir a más de 120 clientes a la hora del almuerzo. Pero este lunes, hasta las 14:30 horas, solo había vendido unos 10 platos. Como no puede utilizar el área externa y las mesas deben estar a una distancia mayor, donde antes cabían hasta 150 clientes ahora solo puede haber 50 personas. “Casi no hay movimiento. Muy pocos restaurantes se han aventurado a reabrir por aquí. Todos están inseguros”, dice Bernardo Café, un camarero del restaurante, parapetado tras una mascarilla y una careta de acrílico que le cubre la cara.
En el local, que solo permite la entrada con algún tipo de protección en la cara y ofrece alcohol en gel en la puerta, había solo un cliente, el abogado Danilo Pereira, que almorzó en una mesa cerca de una ventana. “Ya no aguantaba comer mi propia comida todos los días, quería salir un poco de casa, ver la calle”, explica. “Creo que, con todo el protocolo de seguridad y sin aglomeraciones, no hay problema. No podemos vivir todo el rato con la paranoia, nos moriremos en casa de hipertensión”, añade el abogado, que vive en el barrio.
El bar Pasquim, en el barrio de Vila Madalena, la zona bohemia de São Paulo, a la hora del almuerzo. CAMILA SVENSON
Al otro lado de la calle, el bar Pasquim, también con pocas mesas ocupadas, solo permite la entrada tras tomar la temperatura a los clientes, que deben estar por debajo de los 37,5 grados. Además del mayor espacio entre las mesas, cada una tiene un código QR para leer el menú con el móvil. Aunque el bar suele tener más movimiento por la noche, el propietario ha optado por abrir durante el día y comenzar a adaptarse a las nuevas reglas de seguridad. “Queremos mostrarle al público que, siguiendo todos los protocolos, es seguro volver a los bares. Aquí tenemos un área muy aireada, el espacio correcto para distanciar las mesas, solo se puede entrar con mascarilla, la carta está disponible con el código QR. Estábamos ansiosos por volver”, dice Humberto Munhoz, socio del bar.
Munhoz opina que el Gobierno debería empezar a autorizar que los bares puedan abrir hasta las 10 de la noche, para que puedan sobrevivir a la nueva realidad. “Hay que entender que el 70% del sector es nocturno, por lo que la autorización para abrir solo durante el día no es suficiente, se necesita más. Y debería permitirse poner mesas en las áreas exteriores, en lugares totalmente ventilados, como se está haciendo en Europa”.
Según Percival Maricato, presidente de la Asociación Brasileña de Bares y Restaurantes (Abrasel) de São Paulo, esta primera semana se espera que solo vuelva a abrir el 30% de los establecimientos. “La mayoría esperará a que la situación esté un poco mejor, más segura. Es necesario que los clientes no tengan miedo y confíen más en las autoridades. Porque abrir y volver a cerrar sería desastroso para los que no tienen una buena situación financiera”, explica.
Según un estudio realizado por Abrasel en junio, la facturación de las empresas del sector disminuyó de media más del 75% y más del 57% de los empresarios tuvieron que despedir empleados. Entre los que lograron mantenerlos, el 83% suspendió temporalmente los contratos mediante el programa de Beneficio de Emergencia, en el que el Gobierno paga el 100% del seguro de desempleo. A cambio, el empleado tiene garantizado el empleo por el doble de la duración de la suspensión del contrato.
Maricato señala que abrir el establecimiento supone un gasto mayor que solo hacer repartos a domicilio o incluso seguir cerrado. “El coste es más alto, porque tienes que tener a un empleado que se encargue de los protocolos nuevos y, por otro lado, la facturación es menor. Es un reinicio muy complicado. Y a los propietarios les cuesta conseguir entradas de dinero para mantener el negocio funcionando”.
En este momento, São Paulo es el Estado que tiene un mayor número de casos (323.070) y fallecidos (16.134) por coronavirus. Sin embargo, el Gobierno afirma que, por segunda semana consecutiva, ha habido una disminución en el número de muertes por la covid-19 y que la tasa de letalidad ha bajado al 5%, la menor registrada desde el comienzo de la pandemia. Pero los números siguen siendo altos, lo que demuestra que la enfermedad no está controlada. Eso podría justificar el temor que aún persiste en la población.
En la zona oeste de São Paulo, el camarero César Augusto se preocupa por el resultado del primer día de reapertura. “A esta hora, había cola en la puerta. Pero, ahora que casi no hay nadie en la calle y la gente está trabajando en casa, ¿quién va a venir?”, cuestiona. El empleado tiene dudas sobre si el restaurante podrá sobrevivir a los impactos de la pandemia. “Incluso el reparto a domicilio se ha cerrado, porque no hay demanda. El dueño aún no ha despedido a nadie, está aguantando, nos ayuda mucho, pero si no hay movimiento, ¿cómo lo vamos a hacer?”, dice, después de servir a la única mesa con clientes.
En el restaurante Sintra, en el centro de São Paulo, el propietario optó por poner mamparas entre las mesas. CAMILA SVENSON
José Matos, dueño del restaurante Sintra, en el centro de la capital, confía en que los clientes regresarán. Ha apostado por reformar el local y cambiar casi toda la estructura. Ha modificado el sistema de self-service, muy apreciado por los brasileños por ser una alternativa rápida, con comidas variadas y más asequible para el bolsillo. “Ahora tengo un empleado que sirve el buffet a los clientes”, dice, y explica que así es más seguro en tiempos de coronavirus. También ha optado por poner mamparas acrílicas en todas las mesas para impedir la propagación del virus.
Este lunes, tanto el gobernador del Estado de São Paulo, João Doria, como el alcalde de la capital, Bruno Covas, instaron a la población a ser cautelosos ante la desescalada. Ambos enfatizaron que no querían que se repitiera en São Paulo lo que sucedió la semana pasada en Río de Janeiro, cuando decenas de personas se aglomeraron, sin mascarilla, en la puerta de los bares del barrio bohemio de Leblon. “No queremos las escenas que vimos en Río de Janeiro y Londres en São Paulo. Grandes aglomeraciones, personas sin mascarilla, con altos niveles de alcohol y que no respetan la distancia de seguridad ni su propia protección”, dijo Doria. Covas enfatizó en que esta fase de desescalada no debe confundirse con la celebración del fin de la pandemia.
Además de los bares y restaurantes, en São Paulo también han vuelto a abrir este lunes los salones de belleza, estética y bienestar. Los empleados deben llevar gorro, mascarilla reutilizable, gafas de protección o protector facial, bata impermeable de manga larga y guantes. Las peluquerías también deben lavar el pelo y las orejas de los clientes antes de comenzar a cortar, para minimizar la posibilidad de contagio. En el servicio de manicura, se deberá reducir la cantidad de esmaltes de uñas expuestos, llevar guantes y limpiar la silla.
Las peluquerías y barberías pudieron reabrir el lunes 6 de julio.CAMILA SVENSON
Afuera de una barbería de la capital, Gustavo celebra haberse podido cortar el pelo después de más de tres meses. “Sinceramente, con todas estas nuevas reglas me he sentido muy seguro, creo que al comienzo de la pandemia teníamos más miedo de todo. Ahora tenemos que retomar nuestras actividades con cuidado”, dijo. Uno de los empleados apunta que, para ser el primer día, había bastante movimiento. “Creo que nos añoraban. No es fácil cortarse el pelo solo”.